28-05-2012 (Fuente: La Nueva España)
Ganzábal lució su mejor imagen para aupar al Langreo hacia la remontada. Los jugadores y el cuerpo técnico pidieron una rebaja del precio de las entradas a sólo cinco euros a la directiva para tener el apoyo y el aliento de la afición. Y ésta no falló. Casi 2.500 espectadores acudieron para animar a los suyos bajo el mismo lema: «Tamos xuntos n'esto». Sin embargo, el marcador adverso y el paso de los minutos hicieron que esa comunión estallase y se vivieran momentos muy tensos. Tanto dentro como fuera del campo.
El más grave sin duda ocurrió a mitad de la segunda parte. Un incidente entre un aficionado, Daniel Suárez y su hijo acabó con el técnico unionista perdiendo los nervios y encarándose con dicho aficionado en mitad del partido. El árbitro tuvo que parar el choque y expulsar al técnico unionista. La situación no pasó a mayores debido a la rápida actuación de la Polícia Nacional, que vigiló todo lo que sucedía en torno a los banquillos y que tuvo que pedir refuerzos a lo largo del encuentro para controlar posibles altercados. Aunque por suerte, el ambiente se fue enfriando a medida que pasaban los minutos y tanto jugadores como aficionados calmaron sus iras.
Todo porque el partido se calentó en el césped y eso contagió al ambiente de la grada. Los jugadores del Langreo salieron a morder y en el minuto 17 Asenjo acabó expulsado por una agresión a un rival. Noel Alonso y Otero también se jugaron la expulsión por alguna que otra pelea con algún jugador del Llosetense. Los mallorquines tampoco se salvaron y vivieron el partido con la misma intensidad. A las numerosas pérdidas de tiempo por posibles lesiones se sumó también la invasión del terreno de juego de los miembros del banquillo del Llosetense en varios jugadas polémicas en las que se formaban varias trifulcas. Además, el portero Mingo debió ser expulsado por agresión a Noel Alonso al filo del descanso. Una situación que junto al penalti que el árbitro obvió sobre Diego Arias, al término de la primera parte, y que hubiera supuesto la tarjeta roja para el defensor del Llosetense, hubiese dejado una segunda mitad en superioridad numérica para el Langreo y a un gol de la igualada en el partido.
El mazazo fue importante y el Langreo tardó en asimilarlo. Calleja tuvo sus más y sus menos con los componentes del banquillo del Llosetense, mientras que en la retirada al túnel de vestuarios algunos jugadores volvieron a entrar en disputas que se tenían guardadas del terreno de juego. Pese a todo, el Llosetense agradeció la hospitalidad langreana y el buen trato de la directiva local en su estancia en tierras asturianas.
La afición acudió con bufandas y camisetas del Langreo con el sueño del pase. La grada principal rozó el lleno y entre todos lucharon por lograr la gesta. Hasta que con el paso de los minutos la desilusión en la grada quedó reflejada en los rostros de una afición que soñaba con el regreso a Segunda División B una década después. Aunque al menos, la cita sirvió para dejar clara una cosa, la afición del Langreo sigue creyendo en el equipo.
La plantilla se despedirá esta semana de los entrenamientos y el club deberá despejar dos incógnitas de un futuro que se presenta bastante incierto, sin entrenador y sin presidente.
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