20-02-2009 (Fuente: La Nueva España)
En las décadas de los ochenta y noventa, un Langreo-Avilés o un Avilés-Langreo -tanto monta- era un partido grande. Inmenso. De los de verdad. En aquellos tiempos, a excepción de un Sporting-Oviedo, o viceversa, era el mejor partido de fútbol que se podía ver en Asturias. Pero, además, un enfrentamiento entre Avilés y Langreo iba más allá de lo deportivo. Era la confrontación entre dos ciudades de perfil similar, siderúrgicas y que, como en el fútbol, se disputaban el tercer lugar en el podio asturiano. La piquilla en el césped tenía correlato en la grada. La entradas, tanto en Ganzábal como bien en el Muro de Zaro bien en el Suárez Puerta, promediaban los 3.000 espectadores. Para el derbi del próximo domingo en Langreo se esperan unos 500. Un dato concluyente para constatar el decaimiento de un partido que, en su tiempo, olía a clásico.
El del domingo será el 36.º partido de la máxima desde 1983, año de creación del Real Avilés Industrial. Las treinta y cinco citas habidas hasta la fecha están plagadas de nombres históricos. Cima, Juan Luis, Melgar o Isaac, por el Langreo. Luis Castro, Blas (que jugó en ambos equipos), Juan Calvo o César Coloma por el Avilés.
Sin embargo, y según datos del historiador avilesino Jorge Valverde, cuatro nombres encarnan la esencia de los derbis entre Avilés y Langreo. Por los azulgranas: Ricardo Terente, con catorce clásicos a sus espaldas, y Rufi Nachón, aún en activo en el Lealtad, con once. Por el Avilés, el legendario Joaquín Alonso disputó quince derbis. Sin embargo, la palma se la lleva Iñaki Marigil. El central ovetense disputó 16 clásicos: cuatro con el Langreo y doce con la elástica blanquiazul.
Los cuatro añoran los tiempos en los que se batían el cobre en partidos siempre llenos de tensión y, aún más importante, con objetivos de enjundia en juego. «El partido con el Langreo era el que más nos apetecía jugar de la temporada. Siempre había piquilla y un ambiente tremendo. La semana previa era muy caliente. Salías al campo pensando no sólo en ganar, sino en que si se les podía machacar, mejor», rememora Joaquín. El talentoso delantero del Avilés, que marcó una época en el club blanquiazul, era uno de los blancos de las iras de la afición langreana. A Juaco se le daba bien el Langreo. De los quince clásicos que disputó, sólo perdió uno. «Desde el campo siempre se oía algún que otro insulto», recuerda. Su compañero Iñaki Marigil coincide con Joaquín. «Eran partidos muy intensos. La rivalidad entre jugadores y afición era enorme. A veces, hasta había que parar los partidos por la tensión que había tanto en la grada como en el campo», señala el central. Rufi, por su parte, ha llegado más tarde al fútbol que Marigil y Joaquín, pero también vivió derbis calientes. «Los vestuarios de Ganzábal estaban a pie de calle y ya una hora antes del partido oíamos a través de la ventana trifulcas e, incluso, pedradas», rememora el poleso.
Las polémicas eran constantes. El punto álgido llegó en la temporada 1998-99. El Langreo visitaba el Suárez Puerta en la última jornada de Liga jugándose la permanencia con el Caudal. El Avilés no tuvo contemplaciones y ganó 4-1. El Langreo bajó a Tercera. «Aquello escoció mucho porque la temporada anterior habíamos ayudado al Avilés a no bajar con un empate en la última jornada en el campo del Endesa», recuerda Ricardo Terente.
El gran capitán del Langreo de la época más reciente señala a los problemas económicos como la clave para entender la pérdida de interés que ha sufrido el clásico en los últimos años.
«Antes había deudas, pero los clubes tenían muchos más recursos atípicos. Ahora, los apoyos son muy pocos y por ello las plantillas son más flojas», comenta Terente. Marigil, que llegó al Avilés procedente del Langreo en la temporada 1988-89, salió del club por la puerta falsa tras diez temporadas de jerarquía en la zaga. Una lesión en un amistoso en Cabo Noval fue la disculpa para que el club, ya liderado por José María Tejero, le diera la baja. De manera velada, Marigil responsabiliza a la actual directiva de la falta de sintonía entre el club y la afición. «Es una pena. El Avilés, por club y por ciudad, no se lo merece», comenta el central, que no ha vuelto a Avilés desde su salida del club. «Espero volver», apunta.
Joaquín, por su parte, señala un descenso generalizado del nivel del fútbol asturiano para explicar el decaimiento del clásico entre el Langreo y el Avilés. «En mi época, los dos teníamos unos equipazos. El fútbol asturiano estaba en un mejor momento. Ahora, el Avilés sólo lucha por salvar la temporada», señala la Bala de Ventanielles.
https://www.lne.es/deportes/2009/02/20/anoranzas-clasico-21570897.html