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«Si no es por mi hermana no lo cuento», afirma el jugador del Langreo

01-04-2008 (Fuente: El Comercio)

El fútbol es un deporte muy intenso y apasionado. Y, a veces, estas sensaciones se trasladan fuera del terreno de juego. Con trágicos sucesos y finales felices. Ginés Rodríguez volvió a pisar ayer el campo del Nuevo Ganzábal. Sólo habían pasado veinticuatro horas desde que el defensor del Langreo conmocionara al fútbol asturiano, después de caer fulminado tras recibir una patada involuntaria del jugador del Avilés Mimi.

El lateral de Tuilla pasó la noche del domingo en observación y ayer por la mañana los servicios médicos del Hospital Valle del Nalón decidieron darle el alta. «Y ya quería saber la fecha para poder volver a jugar», comentaba entre risas su hermana Leticia que, además, es la fisioterapeuta del equipo langreano y una de las responsables de que Ginés pudiera regresar ayer por la tarde al campo del Langreo.

Entre aplausos y con el móvil pegado en la oreja -no paraba de recibir llamadas interesándose por su estado, entre ellas la del colegiado Mejuto González-, Ginés entraba por las puertas del remodelado estadio y su rostro, cubierto de moratones y postillas, reflejaba la gravedad de la acción que tuvo en él al desafortunado protagonista.

Pese a las heridas de guerra que presentaba en la cara, la plantilla azulgrana se alegraba de ver a su compañero sano y salvo. Algunos incluso bromeaban con él, después de dejar atrás el desagradable episodio del domingo, y le insinuaban en tono jocoso que «a ver si ahora te arreglan la cara». El lateral respondía al envite con una sonrisa.

«No me acuerdo del golpe, sólo sé que miré el tiempo y era el minuto 35 de partido y, después, desperté en la ambulancia», recordaba Ginés. Su hermana, que recibió un mordisco en el dedo al intentar abrirle la boca para evitar que se tragara la lengua, llevaba una tirita. Y contemplaba embobada todos los movimientos de su hermano. «Me pidió que le grabara las imágenes», recordaba con un leve tono de reproche. «Es que tenía ganas de saber todo lo que había pasado y la verdad es que aluciné un poco», explicaba el futbolista de Tuilla, antes de añadir que «si no llega a ser por mi hermana y por otra gente no estaría aquí». Leticia asiente y refuerza la declaración de su hermano con un sincero «si no te llegamos a abrir la boca, al final te rompemos algún diente seguro».

La fisioterapeuta del Langreo estaba feliz, pero no podía olvidar uno de los episodios más terribles de su vida. En su memoria se había grabado con perfecta nitidez cada imagen, cada momento y cada instante de aquella jugada. «Cuando lo vi caer ya me temí lo peor y salí corriendo hacia él», subrayaba Leticia Rodríguez, antes de confesar que «se me hizo eterno porque sangraba mucho y no podíamos hacerle reaccionar, y más tarde, cuando llegó la ambulancia, me fui al banquillo y me desahogué todo lo que pude porque ya no aguantaba más».

Suspiros de alivio

Todavía con el susto en el cuerpo, la hermana de Ginés observaba a su hermano conversar con el resto de sus compañeros y suspiraba de alivio. «No es consciente de lo que ha pasado», manifestaba. «Estoy muy agradecida a Paco -el técnico del Langreo- porque no se separó de mí en ningún momento y eso me tranquilizó mucho».

Roberto Robles, entrenador de fútbol y en la actualidad asesor del conjunto langreano, se abrazaba a Leticia y recordaba la valentía y la entereza que había mostrado la hermana del futbolista. Y, mientras tanto, el delegado del equipo hablaba con el protagonista y le recordaba que «todavía tienes aquí los playeros». Él respondía con una irónica pregunta: «¿Y la camiseta?». Un recuerdo. «La camiseta no vale para más», contestaba el empleado del Langreo, que rememoraba cómo la tuvieron que hacer pedazos para reanimarle y para poder volver a verle.

https://www.elcomercio.es/gijon/20080401/deportes/futbol/hermana-cuento-20080401.html